lunes, 5 de marzo de 2012

Un diario VI

17-07-09 La realidad.

Hoy como siempre nos hemos levantado a las 6:30 de la mañana y con la ducha gélida habitual nos hemos despertado, hemos visitado otra aldea y la verdad que tampoco tengo nada nuevo que contar: hemos jugado, limpiado manos y hecho sonreir a los niños.

Hoy hemos jugado un partido de futbol contra el equipo del Molino, el concepto de juego limpio aqui no lo conocen, hemos perdido pero por lo menos no hemos hechado los pulmones como en el anterior se nota que nos vamos adaptando a la altura, la semana que viene tendrán la revancha. Tenian muchas ganas de ganar a los españoles pusieron carteles y todo, tenian que defender su orgullo nacional.

Después nos hemos relajado echando una partida de mus. Y más tarde chachaaaan! charla sobre Dios, esta gente no me convence, un señor que dice que si has ido una vez en tu vida a misa, ya toda tu vida ha merecido la pena, pues que quieres que te diga o está loco o engañado, pero es mi humilde opinión.

La noche ha sido lo más interesante del día. Con nosotros ha venido un periodista que vino hace dos años a entrevistar a un ex-marero que salió de una forma precipitada de la mara M-18.

Como yo no puedo explicar la situación de este hombre os pongo el texto del periodista que nos acompaño.

La situación de la calle en Guatemala es tan dura que, en cuanto te mueves, te pegan cuatro tiros en la cabeza". Juan Manuel Cerezo (Guatemala, 1984) lo sabe bien. Él se movió y recibió ocho. Cuatro en las calles de su barrio y otros cuatro en la cárcel guatemalteca de máxima seguridad de El Hollón durante un motín. "Pero merecieron la pena", afirma. Los primeros le sirvieron para afianzarse dentro de la mara M-18 del barrio Boca de Monte, en la capital guatemalteca; los otros cuatro, para darse cuenta de que se había equivocado. "Las maras son hoy sanguinarias y crueles. Ya no tienen reglas: matan, violan, trafican con droga".
Algo que no ocurría en los años 90, cuando Juan Manuel decidió entrar en una de ellas por miedo a los matones del instituto. Entonces tenía 13 años, vivía con sus abuelos y sufría el abandono de su padre y las palizas de otros pandilleros. Ahora, su cabeza tiene precio y su cuerpo dibuja un mosaico de tatuajes. "Cuando dejas la mara ganas un enemigo nuevo: tu propia mara", asegura.
Según los datos de la Policía y de la Oficina para América Latina en Washington (WOLA) FBI, en Guatemala hay más de 60.000 pandilleros dispuestos a matar y a dar su vida por la mara. Una cifra que se repite en el caso de Nicaragua y que alcanza 30.000 mareros en México y 13.000 en El Salvador. La mara más grande es la Salvatrucha. El M-18 le sigue en importancia. Las pandillas tienen presencia en 11 de los 23 departamentos que componen Guatemala y están extendidas en prácticamente todos los barrios de la capital.


"Los tatuajes son la seña de identidad para los mareros pero también su perdición cuando quieren salir de ese mundo."

Mano dura o reinserción

Tanto los gobiernos como ejércitos y diferentes entidades sociales buscan la forma de atajar esta moda juvenil extendida entre la mayoría de los jóvenes de los barrios y las aldeas más pobres. El Gobierno de Guatemala optó por la mano dura; las entidades sociales, por la reinserción. La ONG navarra Onay trabaja desde la prevención fortaleciendo escuelas rurales por todo el país e impulsando un centro de formación llamado Kinal en las barriadas que rodean el gran basurero de Ciudad de Guatemala, una de las zonas más pobres de toda Latinoamérica.


"En la mara encuentran una familia que en casa nunca tendrán."

"Las maras son crueles y sanguinarias. Ya no tienen reglas: matan, violan y trafican"

Juan Manuel, ex líder de una de las clicas, o pandilla menor la llamada M-18, vive escondido, con un brazo inutilizado y con una hija de "cuatro años y cuatro meses" rehace su vida. Los tatuajes por todo el cuerpo le delatan. "Mi pasado me persigue. Muchas noches me despierto con el rostro de las personas que he matado", confiesa avergonzado y temeroso de que en una esquina de la ciudad alguien le reconozca.
Basta que lean en su cuello la palabra diez y ocho tatuada en inglés para justificar un disparo en el pecho. Su mara la formaban 40 pandilleros, de los que ya sólo quedan cuatro con vida. "No cumpliré los 30", augura, y las estadísticas le acompañan. Son cerca de 5.000 los homicidios que se producen al año en su país y 34 los jóvenes asesinados al mes, según denuncian diferentes ONG locales.
En este contexto, la mara ha crecido como una reacción adolescente a la violencia. Los 20 años de guerra civil del país inundaron las calles de armas ligeras y la posición geográfica privilegiada de Centroamérica la ha convertido en un lugar estratégico para el narcotráfico.
"Cualquier persona lleva una pistola. Yo encargaba a San Salvador la compra de fusiles de asalto AK-47 para mis hombres. Por 6.500 dólares obtenía tres", recuerda Juan Manuel. En esos años vio morir a centenares de niños de su barrio al mismo ritmo que llegaban nuevos pandilleros deportados de los Estados Unidos. Con ellos llegaban nuevas modas de los barrios latinos del Bronx.

"Las maras se formarón en El Salvador por parte de salvadoreños que residieron en EE.UU. y trajeron la violencia de las calles estadounidenses a centro américa, se ha extendido como una plaga. Actualmente hay contabilizados unos 760.000 mareros."

Cuatro años al mando

"Los latinos no podíamos llevar pelo largo, ni vestir de rojo o morado. Todos inventamos nuestro apodo en inglés para que no nos reconocieran", explica Juan Manual mientras se arremanga la camiseta para mostrar el tatuaje de apodo: Gasper. El mismo nombre con el que lideró la pandilla durante cuatro años. "Cuando eres el líder, todo el mundo está a tus órdenes, puedes mandar matar a alguien, atracar un banco o contratar un nuevo narco para el barrio y sabes que todo se llevará a cabo". Son esos años los que quedan en su recuerdo como los más sangrientos. "Debíamos hacer frente a la limpieza social del Gobierno, que tiroteaba las calles", señala para justificar la compra de granadas, fusiles y armas.
Durante esos días recibió el primer impacto que le llevaría a dejar la mara. Vio morir a su segundo hijo, de sólo unos meses de edad, por la cantidad de droga que fumaba en su casa. "Mi mujer consumía heroína, yo crack. Tuvimos un niño y murió a las pocas semanas. Fui yo quien lo mató, algo que no me perdonaré nunca. Comencé a sentir odio a la pandilla, odio a la droga, odio a la vida".
Sin embargo, continuó gobernando su barrio, Boca de Monte, hasta que fue detenido en 2005 y encerrado en la prisión de alta seguridad de El Hollón en Escuintla. "Entré preso el Día del padre. Allí pasé nueve meses, los justos para darme cuenta de que debía cambiar de vida", confiesa sujetándose el brazo izquierdo.
Durante los meses de cárcel continúo liderando su barrio a través de un móvil. Desde allí controlaba la droga y cobraba los beneficios que él mismo entregaba después a su mujer para dar de comer a sus dos hijos. En la cárcel es donde se toman todas las decisiones. Si deciden atracar un banco, es allí dónde cada líder conoce qué papel jugará su pandilla. "Unos pondrán los fusiles, otros los autos, otros los menores de edad. La pandilla que no responda sabe que en la cárcel el líder lo pagará con la vida". Pero a Juan Manuel su clica no le fallaba. Fueron las pandillas rivales, la Salvatrucha, los que pondrían su vida en peligro.
"Existía un pacto entre maras para reventar la cárcel pero, en pleno motín, la mara Salvatrucha realizó una emboscada. Murieron 22 de mis hombres. Explotaron granadas, dispararon con fusiles. Fue una carnicería", recuerda. En total, murieron más de 60 personas en el motín en el que Juan Manuel vio a sus compañeros protegerse de las balas con los cuerpos de otros caídos.
"Allí comprendí que, en los momentos más duros, estás solo. No existe el hermano carnal. La mara no es realmente una mara", repite y muestra ahora los tatuajes que representan esa temporada. Uno de ellos muestra un payaso llorando entre rejas.


"Si publicas mi foto en Guatemala me localizarán y me matarán, pero en la vida hay que elegir entre dejar huella o pasar inadvertido. Yo ya he optado: publícala."

Depresión profunda

A él no le mataron, pero volvió a recibir cuatro impactos de bala, uno de ellos en el codo. "Nadie me llevó a un hospital. Tan sólo me cosieron las heridas y me trasladaron a otra prisión". Rozó la muerte y cayó en una profunda depresión. Decidió abandonarlo todo. Salir de la cárcel y dedicarse a su mujer y a su hija. "Contraté un licenciado para que me devolviera a la calle". Todo era distinto para Gaspar. Su mujer lo quería como líder, no le interesaba como albañil y su mara le advirtió de que jugaba con su vida. "Al final, mi mujer se marchó a México con un pastor evangélico que frecuentaba nuestro piso y me quedé solo con mi hija Lidia de cuatro años. Ahora vivo con ella, escondido de mis hombres y de las pandillas rivales. Quiero estudiar el Bachillerato y dedicarme a los Derechos Humanos", sueña en voz alta. Aunque está seguro de que no llegará a cumplir los 30. No conoce a un pandillero de esa edad.
"Sólo quiero que mi hija crezca con alguien a su lado, alguien que le quiera". Juan Manuel sabe que está abriendo huella por un camino poco transitado. Apenas existen experiencias de pandilleros reinsertados y mucho menos de líderes que lo hayan abandonado todo. La ONG Onay busca con sus proyectos educativos adelantarse en el tiempo y que sea a los 12 años cuando los jóvenes guatemaltecos tengan estos sueños. En Kinal lo ha conseguido: son más de 750 los alumnos que tiene matriculados al año. Juan Manuel Cerezo quiere que su testimonio dé ahora la vuelta al mundo. "Si publicas mi foto en Guatemala me localizarán y me matarán, pero en la vida hay que elegir entre dejar huella o pasar inadvertido. Yo ya he optado: publícala".

Un diario V

15 y 16-07-09 Dos días iguales.


En estos dos días han sido más de lo mismo aunque hoy día 16 vamos a casa de Don Víctor, el conductor de la poderosa, a tomar chocolate casero que hace su padre un hombrecillo como de 90 años por lo menos. Además le compraremos a productos elaborados por su mujer. También nos hemos enterado que los de la fábrica (El molino donde vivimos) se han hecho eco del partido que ganamos y quieren una revancha, esperemos ganarles también y mañana nos tocará la última aldea de la semana. Se hace muy larga la semana tantos niños cansan muchísimo aunque merece la pena.

"Los profesores nos retaron a un partido de baloncesto, fue un partido de altura."
Ya hemos ido a casa de Don Victor, nos han preparado una mesa larga con productos típicos y una merienda especial con bollos caseros y un chocolate increíble también casero, la lástima es que lo preparan con agua si lo preparasen con leche... La familia es muy hospitalaria, además hemos comprado artesanía típica me dejado unos cuantos quetzales los cuales hubiese gastado más gustosamente con gente más humilde.


"Vistas traseras de una de las escuelas."






También hemos visitado un pequeño hotelito en Tecpán de Leonel, el jefe de la organización, donde hemos comido tortitas típicas con picante. De vuelta al Molino sobre las 7 de la tarde nos dimos cuenta de como cambia el pueblo de noche, no hay nadie por la calle andando y solo hay coches con los cristales tintados, para que la gente no sepa cuantos van dentro por si hay una tentativa de secuestro o atraco se lo piensan dos veces, y también está lleno de pick-ups hasta arriba de jóvenes, nos han dicho que es muy peligroso salir de noche, una chica del centro médico ya a sufrido 3 atracos y puede dar gracias que no haya sido nada más grave.


"En la función de las marionetas."

"Curiosa estampa."

"Con todas las patojas de la escuela."

Al ser esta entrada más cortaos escribiré una noticia que apareció durante mi estancia en Guatemala:


"Durante un día en Ciudad de Guatemala una familia estaba celebrando la Quinceañera de una niña (es una fiesta muy típica en los países latinoamericanos donde se celebran el 15 cumpleaños de una manera más especial), la fiesta fue atacada desde la calle con granadas de mano por una banda de mareros quienes lanzaron sin razón aparente 5 granadas por la ventana del piso, matando a 5 adultos y 7 niños."


En este tipo de noticias se ve la verdadera cara de Guatemala regida por una violencia desmedida e injustificada. Esta noticia se me quedo grabada en mi memoria como un mal recuerdo, por su arbitrariedad y barbarie. Parece ser que en este país no hay lugar para las celebraciones.

viernes, 2 de marzo de 2012

Un diario IV

14-07-09 Xecohil

Hoy nos hemos levantado a la misma hora y otra vez a ducharse con agua fresquita y otro desayuno potente, las cosas buenas no tienen  que cambiar. Nos hemos repartido, a mí me ha tocado ir a Xecohil una aldea pequeña pero cercana, mi culo y la furgoneta lo agradecerán.
Nos esperaban con los brazos abiertos en la escuela, los separamos en clases y nos dividimos, a mí me toco cantar la canción de la gallina, se volvían locos, me reí muchísimo. Había una diferencia importante entre estos niños y los de ayer, se les veía un nivel intelectual mayor y eran más abiertos, puede ser porque están más cerca de la capital. Los niños de ayer, muchos de ellos, no habían visto nunca a un hombre blanco. Además se les notaba que estaban mejor alimentados y eran más espabilados. La alimentación tiene mucho que ver con el desarrollo mental de los chavales.

"Las patojas ensañándonos orgullosas sus manos limpias... "

"Y dientes."

Más tarde hicimos el teatro de marionetas, y la reacción sí que fue la misma que ayer todos los niños sentados, callados y atentos. En esta aldea hemos hecho algo nuevo y es lavar las manos a todos los niños de la escuela los colocábamos en fila y les lavábamos uno a uno las manos. Mientras les preguntábamos que iban a hacer de mayores, si iban a ir a la universidad, tristemente la mayoría decían que trabajarían con sus padres en el campo, intentamos convencerles en la medida de lo posible. Ha sido una sensación curiosa lavarles las manos muchos no sabían como hacerlo.

"Manejando el cotarro, todo muy organizado."


"Una bonita imagen."

"Repartiendo el almuerzo, muchos de los niños es lo único que comen durante el día, lo paga el gobierno, pero es insuficiente."



"El famoso teatro."

"Al principio se esconden de ti pero luego quieren que les saques fotos, son muy coquetas."

Al estar la aldea cerca de Tecpán nos ha dado tiempo para aprovechar la tarde y hemos jugado un partido de fútbol contra un equipo formado por gente del pueblo, las condiciones no eran las mejores: 2700m, campo inabarcable y mil agujeros, pero ganamos 2-1  y metí un gol con lo cáncer que soy al fútbol ¿qué más quiero? Ha sido una tarde entretenida con mus y todo, y también he ganado vamos que no voy a tener suerte en el amor aquí…